lunes, 12 de agosto de 2013

La influencia de Internet en la configuración de nuestro cerebro

La existencia captada por nuestros sentidos es procesada por nuestro cerebro que, en función de un patrón ancestral, crea una abstracción. Lo que podríamos llamar la identidad humana. Lo que entendemos «como nosotros mismos» en el sentido orteguiano de «yo soy yo y mi circunstancia». La estructura de las sinapsis neuronales, la forma en que se estructura nuestro cerebro es una conjunción de los sentidos. Es decir los soportes en que está la información influyen en la arquitectura cerebral.

De esta forma una persona con parálisis cerebral que no haya podido relacionarse con su entorno gateando, accediendo por sí misma a los objetos a su alcance, tendrá un déficit en el futuro en cuanto a su visión espacial. Es decir, tendrá problemas con la geometría, ilustraciones o el dibujo lineal en un futuro. Las áreas de Broca y Wernicke en el cerebro son también las zonas en las que la manipulación manual tiene su centro. De hecho, los paleoantropólogos piensan que la fábrica de instrumentos líticos influyó en el desarrollo del lenguaje y en la forma en que ése estructuró la información.

La escritura es un paso evolutivo que tuvo en un pasado sus controversias (Aristóteles pensaba que el uso de la escritura haría a las mentes perezosas y meras reproductoras de pensamiento al no tener interiorizados los conceptos. Platón por su parte, creía que la escritura podría hacer avanzar el conocimiento. Sócrates no escribió nada y lo que conocemos es gracias al segundo filósofo.
Jesucristo o Buda tampoco escribieron nada (sabemos que Jesús escribió con un palo sobre la tierra algo que borró inmediatamente fue leído). Es obvio que nuestra sociedad actual es fruto de la tecnología. Primero fueron los útiles líticos, el arado y la escritura. Después vendría el reloj, que cambiaría nuestra forma de entender el tiempo, transformándolo en un bien escaso (economía). El libro, penúltima de las revoluciones tecnológicas, favoreció la concentración y ahora llega una nueva tecnología: la revolución digital. Lo común entre el libro y la última tecnología es la universalización, aunque ahora es muy superior que en tiempos de Gutenberg.
Pero esta universalización del conocimiento tiene una contrapartida: cambia la forma de concentrarse. Los usuarios de móviles, tabletas y otros artilugios se concentran, claro que sí. No hay más que fijarse como en un restaurante cada persona se sumerge en su dispositivo ignorando a los que tienen cerca (aunque seguramente se comuniquen con ellos mediante sus dispositivos). El hecho es que su concentración está dispersada en varias aplicaciones simultáneas. Leen un correo y están pendientes del whatsapp, sin olvidar Twiter o facebook. Es posible que incluso alguno esté jugando a algún tipo de juego.
 Aún no sabemos cómo se estabilizará el estado tecnológico actual. Existen varios dispositivos que hacen todo (un móvil hace lo mismo que un e-reader o una tableta, notebook, portátil o computador de sobremesa) aunque no lo hacen todo óptimamente. Así, un kindle no favorece tanto los hipervínculos como una tableta ni es tan sencillo escribir como con un portátil, pero sí es mejor a la hora de leer un libro en el que queramos sumergirnos. No nos cansa la vista ni nos incentiva el dejar la lectura siguiendo los hipervínculos.
El valor añadido de la interactividad supone una invitación a la distracción. De hecho los dispositivos electrónicos quieren cubrir una necesidad humana: las ganas de distraerse. Esto impedirá una profundización en la lectura. Los motores de búsqueda desincentivan las lecturas totales. La lectura se convierte en una actividad fragmentaria.

En el aula esto es evidente. Desde pequeños el alumnado es reacio a leer los enunciados de los problemas. Buscan la realización mecánica de estos y somos los maestros y profesores los que tenemos que incidir en que deben leer atentamente los enunciados. Ahora sustituimos los libros de texto, utensilios que a muchos alumnos les pueden parecer tan horribles como estudiar unas páginas amarillas, por tablets o portátiles. Estos aparatos infinitamente con mayores posibilidades que el antiguo libro están lleno de trampas para la distracción. Tanto que el número de alumnos por clase debería reducirse para atender a las necesidades del alumnado, unas veces solicitarán ayuda y otras no. Pero es necesario estar muy cerca del alumno.

Desde muy temprana edad están manejando todo tipo de dispositivos electrónicos. Muchos padres nos jactamos de que son capaces de usarlos intuitivamente, sin más instrucciones. No cabe duda de que los fabricantes saben lo que hacen. Pero ¿cuál es la intención de los fabricantes? Un fabricante no saca al mercado dispositivos pensando en el progreso de la humanidad. Un fabricante busca un nicho de mercado, es decir una necesidad de la población receptora de su artilugio (se puede debatir sobre si es una necesidad creada o no) de forma que pueda sacar una rentabilidad económica. Es un negocio.
En la actualidad estamos comprobando que el liberalismo económico y la ética no parecen llevarse muy bien. También hay que reconocer que hay empresas que desean mejorar la educación además de tener rentabilidad económica, sin la cual sería imposible su viabilidad a medio o largo plazo.

Aquí el problema es de perfeccionamiento tecnológico. No hay que olvidar el aspecto que tenían los primeros automóviles. Se limitaron a quitar el caballo y poner un motor. Todo lo demás lo conservaron tal cual. Ahora el libro es como en el caso de los carros de caballos, cambiamos el soporte y dejamos todo lo demás igual. Poco a poco vemos que existe la posibilidad de la interactividad. Es cierto que es una ventaja enriquecedora y hay que incorporarla ¿cómo? Es la pregunta que se hacen las industrias del libro actualmente (dejo aparte todas las implicaciones cruciales sobre los derechos de autor por no ser el objeto de esta digresión).

Lo importante sería que el objetivo estuviera en el desarrollo de las capacidades del alumnado conforme a la nueva tecnología. No implementar opciones solo con el criterio de que es posible hacerlo El papel del profesor cada vez es más el de guía para que alumnos y alumnas aprendan por sus medios. El profesor enseña la puerta pero es el alumno quien debe cruzarla.

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