domingo, 5 de abril de 2020

La fuerza natural del superhombre según Nietzsche
Por
 16 enero, 2020
   
El superhombre representa el ideal de la filosofía de Nietzsche, que apuesta por unas virtudes morales ligeramente distintas de las de otros movimientos filosóficos.
«El hombre es algo que ha de ser superado», reza la famosa cita de Friedrich Nietzsche. Y no es fácil escoger una sola de semejante genio del aforismo. La elegimos por la obra a la que pertenece, Así habló Zaratustra, y por lo que significó: la superación definitiva de las filosofías que hasta entonces habían existido y el advenimiento del ideal filosófico nietzscheano: el superhombre.
Por Jaime Fdez-Blanco Inclán
Así habló Zaratustra es, probablemente, el libro más citado de Friedrich Nietzsche, su gran obra maestra. Una historia críptica y poética donde el ermitaño Zaratustra retorna a la sociedad para comunicarles la verdad a los hombres: ha llegado el momento de destruir los conceptos del Bien y del Mal y de ofrecerle a la humanidad un nuevo y glorioso ideal.
Del hombre…
Si algo destacaba dentro del pensamiento de Nietzsche era cómo aborrecía la filosofía que se había desarrollado a partir de Sócrates. Hasta sus lecturas de Schopenhauer, el joven pensador de Röcken (Alemania) no había sentido una verdadera conexión entre su pensamiento y el de otros filósofos, pero le molestaba especialmente el papel del sabio griego, cuyos ideales consideraba que se habían infiltrado en las demás corrientes filosóficas posteriores y que el cristianismo habría convertido en normas morales incuestionables. Los partidarios de estas filosofías son los que Nietzsche llama «hombres»: seres guiados por teorías caducas e injustas que han de ser superadas para que se logre desarrollar el Übermensch, el superhombre, que brotará de la puesta en práctica de la filosofía que Nietzsche preconizaba.
Para Nietzsche, los ideales filosóficos anteriores convierten al hombre en un vulgar esclavo
En contraposición con Sócrates y muchos otros filósofos posteriores, Nietzsche no veía al ser humano como un ser racional. Tampoco consideraba que tal estado fuera algo bueno, pues esa visión centrada en lo apolíneo (razón, ética, orden, autocontrol, etc.) olvidando lo dionisíaco (pasión, emoción, voluntad, etc.) de nuestra naturaleza, habría destruido el balance que existe naturalmente en el ser humano.
Nietzsche negaba todo papel que la metafísica hubiera tomado de la Grecia clásica, la cual –opinaba– había infectado con valores decadentes la filosofía desde entonces. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que consideraba que esas ideas habían convertido al ser humano en un pelele, un vulgar esclavo condenado a vagar sin rumbo por este valle de lágrimas. Un lugar rebosante de maldad en el que nos toca morar hasta la llegada de la muerte, momento en el que, teóricamente, recibiremos nuestra recompensa divina. Esa es la idea sobre la que vivíamos hasta la llegada de Nietzsche: el hombre entendido como un pecador, ya condenado, que nace en un mundo hostil sin otro deber que el de reparar su culpa para poder tener el privilegio de alcanzar la paz en el más allá.
… al superhombre
Nietzsche consideraba todo eso basura. Rasgos de una moral débil, repugnante. Una filosofía que convierte al ser humano en una sombra de lo que podría llegar a ser. Una mentalidad de borregos que siguen los dictados de la masa porque no son conscientes de la propia grandeza que atesoran.
A ese ser débil, enfermizo y que se pone en manos de su creador es a quien Nietzsche denomina «hombre», el cual debe ser superado. Como alternativa presente su propia visión: el Übermensch, el superhombre. El producto vivo de su filosofía –«Así, el Hombre ha de ser, para el superhombre, irrisión o penosa vergüenza»–. Un nuevo ser que no responde ante nadie más que ante sí mismo. Que no se iguala a nadie. Un luchador, un líder, un creador, un vencedor. Un hombre nuevo que domina a quienes le rodean y decide según sus valores. El superhombre no acepta enseñanzas supraterrenales, sino que es su propia voluntad la que las dicta. El superhombre decide su propio código moral.
Como Schopenhauer, nuestro protagonista considera la voluntad como el motor del ser humano. El «querer» sobre el «deber», siendo en ese sentido la voluntad de poder (otra de las ideas principales de la obra) la fuerza natural que surge del Superhombre: la grandeza, la valentía, la fuerza, la pasión, la excelencia, la responsabilidad sobre la propia vida. La persecución de los objetivos y el dominio del fuerte –el superhombre– sobre el débil –el hombre–.
El superhombre es un nuevo ser que no responde ante nadie más que ante su propio código moral
Las virtudes decadentes
El superhombre es el enemigo despiadado de la igualdad. No existe tal cosa como dos hombres iguales. Siempre ha de haber uno que sea mejor y más merecedor del aplauso y la admiración que el otro. Estos, los fuertes y ganadores, deben por su condición ser más valorados y mejor tratados que los demás. Otra actuación sería totalmente injusta.
Lo mismo ocurre con los colectivos: la masa, el grupo, la nación, la gente… no son nada para el filósofo alemán. El Superhombre será un ser de puro egoísmo, pues lo contrario supondría reducir la grandeza potencial del ser humano para que este se adapte a los demás, en lugar de ser un guía para ellos y para sí mismo.
Tolerancia, modestia, prudencia, paz… Todo creaciones nocivas fruto del cristianismo y su debilidad innata. Falsas virtudes que ocultan las verdaderas que es capaz de alcanzar y establecer el Übermensch. Patéticos intentos de amansarlo y domarlo. Tácticas que han ideado los seres inferiores y los perdedores a lo largo de los siglos para frenar a su superior, tergiversando los valores, convirtiendo lo malo en bueno, lo inmoral en moral, y así establecer un código que los ponga a ellos al mando en lugar de a su legítimo dueño. Nietzsche tomaría como misión personal ser el ángel destructor de ese infecto código moral… y Zaratustra fue su espada.
«Vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a vosotros mismos». Nietzsche


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Diccionario para entender el pensamiento de Marx
Por
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13 marzo, 2020
   
Apreciadas por unos, denostadas por otros, Marx dejó ideas que revolucionaron el pensamiento, la economía y la política en el mundo entero. Diseño hecho a partir de una imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay.

Karl Marx muere el 14 de marzo de 1883. A partir de ese momento empieza la gran expansión de sus ideas filosóficas y sus propuestas económicas, sociales y políticas. Las recordamos en un diccionario que sitúa su figura y explica los conceptos más relevantes para entender su pensamiento.
El historiador de las ideas Isaiah Berlin escribe en su biografía de Karl Marx que «ningún pensador del siglo XIX ejerció sobre la humanidad influencia tan directa, deliberada y profunda». El filósofo Fernando Savater dice que «el marxismo no es simplemente una filosofía, sino una fuerza social transformadora y, a veces, una coartada para movimientos totalitarios, autocráticos, etc. que, con un revestimiento ideológico proporcionado por Marx, lo que han descubierto o intentado son nuevas tiranías burocráticas sobre los pueblos. En cualquier caso, pocos individuos han tenido una influencia personal tan extraordinaria como Marx en la historia. Y en la historia contemporánea creo que ninguno».
Ante la idea de resumir y poner orden al legado filosófico de Marx (indisolublemente ligado al político en algunos puntos) se viene a la cabeza la imagen de un Engels abrumado nada más morir su inseparable amigo, al que le confían la tarea de organizar sus manuscritos, notas, cartas, apuntes… Todo escrito con la letruja de Marx. Compartimos con él cierta sensación de estar abrumados, pero antes de meter la cabeza entre los brazos se nos ocurre una idea: un diccionario reducido, pero contundente, a base de los conceptos que Marx crea y los filósofos que más le aportan. Válidas o menos válidas, apreciadas u odiadas, estas son las ideas que hacen que el mundo sea distinto cuando él lo deja.
«El marxismo no es simplemente una filosofía, sino una fuerza social transformadora y, a veces, una coartada para movimientos totalitarios (…)  En cualquier caso, pocos individuos han tenido una influencia personal tan extraordinaria como Marx en la historia. Y en la historia contemporánea creo que ninguno». Fernando Savater
1 Alienación. Es un concepto filosófico por el que un sujeto pierde algo de sí mismo que se convierte en propiedad de otro. Este sujeto que se aliena es el trabajador al realizar tareas que no le pertenecen, que no siente como suyas. La enajenación en el trabajo consiste, para Marx, «en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador solo se siente en sí fuera del trabajo y, en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado; trabajo forzado», dice el filósofo en Manuscritos: economía y filosofía.
Pero la alienación es, además de un concepto referido a la actividad productiva, un concepto referido a la actividad religiosa. Esta no es una necesidad ni una dimensión del ser humano, sino un producto más de la organización económica y social a la que justifica, legitima y perpetúa. «La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real, y, de otra parte, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo», escribe en Crítica de la filosofía del derecho de Hegel.
«El trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en su trabajo, el trabajador no se afirma sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu». Marx
2 Comunismo. La sociedad comunista que defiende Marx propugna la abolición de la propiedad privada, pero también la de las clases sociales y la explotación de unas por las otras. En ella, el ser humano no es un instrumento de producción, sino alguien autorrealizado que ha dejado atrás todo tipo de alienación.
«Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad sin más, sino la abolición de la propiedad burguesa», propiedad entendida como «la última y más perfecta expresión de la creación y apropiación de productos basada en enfrentamientos de clases, en la explotación de unos con otros». En lugar de la vieja sociedad burguesa aparece una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos. En la última y más perfecta etapa de la sociedad comunista desaparece también el Estado y la política, pues todas las discusiones y opiniones solo tendrán como objetivo avanzar en las mejoras de la comunidad.
3 Conciencia de clase. Para Marx, el proletario no solo es alguien explotado, sino alguien consciente de ser explotado y con deseos de acabar con esa situación. Gran parte de los esfuerzos de Marx se dedican a la concienciación del proletariado. El trabajador debe estar bien informado, movilizado y con objetivos claros, requisitos imprescindibles para iniciar la revolución. Una tarea ingente, ya que, como indica Pedro Ribas, profesor de Pensamiento Filosófico Español en la Universidad Autónoma de Madrid, traductor y experto en Marx, «la equivalencia o casi-equivalencia entre ser proletario y tener conciencia de clase no es un hecho social (…) Si Marx escribiera hoy, hablaría de la cantidad de filtros que el capitalismo ha establecido para dificultar la conciencia de clase, para hacer creer que aquí el que no come y disfruta es porque no quiere o porque es tonto».
La sociedad comunista que defiende Marx propugna la abolición de la propiedad privada, la de las clases sociales y la explotación de unas por las otras
4 Dictadura del proletariado. El poder adquirido por el proletariado permitirá expropiar a los capitalistas de los medios de producción. Marx recoge las características de la dictadura del proletariado en puntos muy concretos:
·         Expropiación de la tierra y empleo de la renta que produzca en gastos del Estado.
·         Impuesto fuertemente progresivo.
·         Supresión del derecho de herencia.
·         Confiscación de la propiedad de todos los emigrantes y rebeldes.
·         Centralización del crédito en manos del Estado.
·         Centralización de la red de transportes en manos del Estado.
·       Ampliación del número de fábricas nacionales, instrumentos de producción, roturación y mejora de terrenos de acuerdo con un plan general.
·     Imposición a todos de la obligación de trabajar, organización de ejércitos industriales, especialmente para la agricultura.
·      Explotación combinada de la agricultura y la industria para la eliminación gradual de diferencias entre la ciudad y el campo.
·    Educación pública y gratuita de todos los niños. Eliminación del trabajo fabril de los niños en la forma actual. Interacción coordinada entre la educación y la producción material.

Características de la dictadura del proletariado para Marx: impuesto fuertemente progresivo, supresión del derecho de herencia, centralización de la red de transportes en manos del Estado, educación pública y gratuita de todos los niños…
5 Engels. Son amigos inseparables (para algunos, Marx se aprovecha de Engels). Isaiah Berlin describe así la peculiar relación que se establece entre ellos y que dura hasta su muerte y más allá: «Su destreza para escribir rápida y claramente, su paciencia y lealtad ilimitadas, lo convirtieron en ideal aliado y colaborador del inhibido y difícil Marx, cuya redacción era a menudo desmañada, sobrecargada y oscura. Engels no deseaba mejor destino que vivir a la luz de la enseñanza de Marx, pues percibía en él un hontanar de genio original que comunicaba vida y objeto a sus propias dotes peculiares; con él identificó su vida y su obra y obtuvo la recompensa de compartir la inmortalidad del maestro (…) Engels fue su jefe de Estado mayor».
Marx y Engels trabajan incansablemente codo con codo, uno al lado del otro. Ambos habían llegado a conclusiones políticas similares. La suya es una de las historias de amistad, lealtad y generosidad más grandes. Marx, el que recela de la mayoría, confía plenamente en Engels; el orgulloso que rechaza ayuda y se desespera en su pobreza, acepta el dinero de Engels; donde uno no llega, lo hace el otro; cuando uno desfallece, lo recoge el otro.
6 Hegel y Feuerbach. Hegel es para Marx «un dios con el que siempre está arreglando cuentas» afirma el filósofo y ensayista Francisco Fernández Buey. En su época de estudiante, Marx empieza por conocer muy bien a Hegel para luego volverlo del revés. Afirmaciones como «todo lo que es racional es real y todo lo que es real es racional» han dado lugar a interpretaciones no solo distintas, sino contrarias. Así fue casi desde el principio, cuando los seguidores de Hegel se escindieron entre los del ala derecha e izquierda. Los primeros se apoyan en la parte de la afirmación que considera racional el orden existente y defienden una concepción inmovilista de la realidad de la sociedad.
Marx, el que recela de la mayoría, confía plenamente en Engels; el orgulloso que rechaza ayuda y se desespera en su pobreza, acepta el dinero de Engels; donde uno no llega, lo hace el otro
Frente a ellos se sitúan quienes creen que lo racional es lo real o, al menos, lo que debe materializarse en la realidad. Esta interpretación promotora del cambio y de la transformación es la elegida por Marx en un primer momento. Pero para Marx enseguida dejan de existir un plano material y otro espiritual de la realidad: él apuesta por unas ideas, una conciencia o plano espiritual inseparable de la práctica y la experiencia. Como afirma Pedro Ribas, profesor de Pensamiento Filosófico en la Universidad Autónoma de Madrid, «resumiendo brevemente la posición de Marx, podríamos decir que las contradicciones, los problemas, no se resuelven de verdad si solo se resuelven en el pensamiento».
Dentro de los hegelianos de izquierda, capítulo aparte merece la relación entre Marx y Feuerbach, lleno de focos de tensión y discrepancias. Entre ellos:
·         El materialismo: ambos eran materialistas, pero de una forma muy distinta. El materialismo de Feuerbach es mecanicista: la naturaleza se explica mediante causas mecánicas que tienen a repetirse con iguales resultados. Marx lo critica por ser un materialismo pasivo, contemplativo, muy distante de su materialismo activo y regenerador.
·         La concepción religiosa: Feuerbach ofrece un punto de vista antropológico de la religión, la humaniza tan radicalmente que convierte a Dios en una mera creación del hombre, pero sigue reconociendo intacto el sentimiento religioso y el desdoblamiento que este provoca en el ser humano. Marx lo refuta: «El hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí mismo, para plasmarse como un reino independiente que flota en las nubes, es algo que solo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este fundamento terrenal consigo mismo. Es necesario tanto comprenderlo en su propia contradicción como revolucionarlo prácticamente». La última frase desemboca de lleno en el tercer punto de distanciamiento irresoluble.
·         La revolución: para Marx, la razón última de cualquier planteamiento es la llamada a la revolución. Para él es urgente e imprescindible trasladar el plano teórico a la práctica. Si a Feuerbach le basta la superación de la religión mediante el desarrollo intelectual, Marx defiende siempre que la superación en el mundo del pensamiento no es suficiente: es preciso cambiar la realidad.
Marx apuesta por unas ideas, una conciencia o plano espiritual inseparable de la práctica y la experiencia
7 Humanismo marxista. Toda la concepción marxista gira alrededor del ser humano. En Manuscritos: economía y filosofía, Marx declara al ser humano «no solo ser natural, sino ser natural humano». Al conjunto de relaciones biológicas que han dado lugar a los seres humanos, Marx añade la historia como «la verdadera historia natural del hombre». En ese contexto es donde se realiza la necesaria «conversión de la naturaleza en hombre». Su característica esencial es la actividad, la producción y muy especialmente la producción de su propia vida y de la historia. El ser humano se basta a sí mismo para estas tareas. No necesita de Dios ni de ninguna espiritualidad semejante. El humanismo marxista es ateo y afirma la primacía de un ser humano libre, racional y autosuficiente. Además, afirma la igualdad de estas características para todos los individuos, por lo que queda descartada, por inaceptable, la explotación de unos por otros.
Frente a esta concepción, algunos teóricos como Althusser han negado que el marxismo pueda llevarse bien con el adjetivo «humanista». En La revolución teórica de Marx, Althusser sostiene la teoría de que el concepto de humanismo es ideológico, mientras que el de socialismo es científico.
Toda la concepción marxista gira alrededor del ser humano. Marx declara al ser humano «no solo ser natural, sino ser natural humano»
8 Ideología. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., dice Marx, y ese conjunto de representaciones e ideas forman la ideología. La tarea que Marx asigna al ser humano es la de desentrañar cuáles son esas representaciones e ideas que el ser humano tiene sobre sí mismo y con su entorno social e histórico. El ser humano está «condicionado por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde».
·         El concepto marxista de ideología se amplía hasta confundirse con cultura o contexto social y se tiñe de valores deformantes.
·         Esa deformación es consecuencia del interés de la clase dominante por mantenerse sus privilegios. Como afirma Marx, «las ideas de la clase dominante son, en todas las épocas, las ideas dominantes». O también: «Vuestras propias ideas son producto de las relaciones de producción y propiedad burguesas».
·         Como producto social que es, la ideología no tiene una historia ni un desarrollo propio, sino que depende de la sociedad y de los individuos concretos que la comparten. Tradicionalmente, la ideología es un mecanismo privilegiado de ocultar o deformar la situación real de los seres humanos, uno de los métodos más eficaces de alienación.
Marx dice que lo único que existe es lo que puede explicarse en términos materiales
9 Materialismo. Marx dice que lo único que existe es lo que puede explicarse en términos materiales. Existen dos tipos de materialismo, señala el filósofo: el dialéctico y el histórico, aunque en realidad Marx nunca utilizó los términos «materialismo histórico» ni «dialéctico», sino «método dialéctico» o «teoría materialista de la historia».
·         El dialéctico –concebido por Engels– sostiene que las transformaciones de la realidad se rigen por leyes de la dialéctica como la lucha de contrarios o la negación de la negación.
·         El histórico defiende una concepción de la realidad basada en la sucesión, la alternancia y el juego entre los diversos métodos de producción.
El motor de la historia no es la voluntad de los hombres ni las sociedades, sino la economía y las conflictivas relaciones que estas provoca. En el Manifiesto comunista Marx afirma que «en toda época histórica, el modo económico predominante de producción e intercambio, y la estructura social que deriva necesariamente de él, constituye el fundamento sobre el cual se basa la historia política e intelectual de una época, y únicamente a partir de él puede explicársela (…) Toda la historia de la humanidad (…) ha sido una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas». El destino de esa lucha, avanza, es la liberación por parte del proletariado de su clase y también de la sociedad entera, «de la explotación y opresión, de todas las diferencias y luchas de clases».
Para Marx, el motor de la historia no es la voluntad de los hombres ni las sociedades, sino la economía y las conflictivas relaciones que estas provoca
10 Plusvalía. Todas las mercancías tienen un valor de uso y un valor de cambio que depende de las condiciones fluctuantes del mercado y se mide en términos monetarios. En el régimen capitalista, la fuerza del trabajo es una mercancía más con valores de uso y de cambio. El primero sería la capacidad de producir; el segundo, el salario o retribución. La plusvalía es la diferencia entre el valor de cambio de lo producido por la fuerza de trabajo y la retribución de la misma. Se trataría de una cuenta que, en términos marxistas, redunda siempre en beneficio del capitalista. De ahí derivaría su enriquecimiento a costa de la fuerza de trabajo. Marx propugna la desaparición de la plusvalía. Defiende que el valor del objeto producido, bien directa o indirectamente, vuelva a su productor.

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miércoles, 1 de abril de 2020

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