Iniciamos un nuevo curso escolar (2012-2013) como apertura, siguiendo la obra The Golden Bough, de Sir James Frazer he realizado un extracto resumido sobre el mito de Bálder, excepto en el relato mismo del mito que transcribo íntegramente. Posteriormente se trata de dar una explicación al mito.
EL MITO DE BÁLDER
Balder en la pira funeraria |
«Una deidad cuya vida puede decirse en cierto sentido que no estaba ni en el cielo ni en la tierra, sino entre ambos, era el nórdico Balder, el dios bello y bueno, el hijo del gran dios Odín y el más sabio, amable y amado de todos los inmortales. La historia de su muerte, tal como está relatada en prosa en la Edda más moderna, es como sigue. En cierta ocasión en que Bálder dormía, tuvo una pesadilla que le pareció presagiaba su muerte. De consiguiente, los dioses tuvieron consejo y resolvieron asegurarle contra todos los peligros. Así, la diosa Freya tomó al fuego y al agua, al hierro y todos los metales, piedras y tierra, a todos los árboles, enfermedades y venenos y a todos los animales de cuatro pies, aves y cosas que se arrastren, el juramento de que ellos no harían daño a Bálder.
Hecho esto, se le consideró invulnerable y los dioses se divirtieron sentándole en medio mientras unos le disparaban, otros le tajaban y otros le apedreaban, mas hicieran lo que hicieran, nada podía herirle, por lo que se alegraron mucho todos. Solamente Loki el dañino estaba descontento, y disfrazado de vieja se presentó a Freya, la que le dijo que las armas de los dioses no podían herir a Bálder porque ella había hecho a todos jurar que no le dañarían.
Entonces Loki preguntó: "¿Todas las cosas han jurado respetar a Bálder?" Ella respondió: "Al oriente del Walhalla crece una planta llamada muérdago; me pareció demasiado joven para jurar". Entonces Loki fue, arrancó el muérdago y lo llevó a la asamblea de los dioses. Allí encontró al dios ciego Hother, que estaba fuera del círculo, y Loki le preguntó: "¿Por qué no tiras contra Bálder?" Hother contestó: "Porque no veo dónde está y además no tengo arma". Entonces le dijo Loki: "Haz lo mismo que los demás y honra a Bálder como todos hacen. Yo te mostraré dónde está y tírale con esta ramita".
Hother cogió el muérdago y lo arrojó contra Bálder bajo la dirección de Loki. El muérdago dio a Balder y le atravesó de parte a parte, cayendo muerto.
Entonces Loki preguntó: "¿Todas las cosas han jurado respetar a Bálder?" Ella respondió: "Al oriente del Walhalla crece una planta llamada muérdago; me pareció demasiado joven para jurar". Entonces Loki fue, arrancó el muérdago y lo llevó a la asamblea de los dioses. Allí encontró al dios ciego Hother, que estaba fuera del círculo, y Loki le preguntó: "¿Por qué no tiras contra Bálder?" Hother contestó: "Porque no veo dónde está y además no tengo arma". Entonces le dijo Loki: "Haz lo mismo que los demás y honra a Bálder como todos hacen. Yo te mostraré dónde está y tírale con esta ramita".
Hother cogió el muérdago y lo arrojó contra Bálder bajo la dirección de Loki. El muérdago dio a Balder y le atravesó de parte a parte, cayendo muerto.
El dios Loki |
Y ésta fue la mayor desgracia que pudo recaer nunca sobre los dioses y los hombres. Los dioses se quedaron atónitos, mudos y después gritaron y lloraron amargamente. Luego cogieron el cadáver de Bálder y le llevaron a la orilla del mar. Allí estaba el barco de Bálder, llamado Ringhorn, el más enorme de todos los barcos. Los dioses desearon ponerle a flote y quemar en él el cadáver de Bálder, pero no podían botar el barco. Enviaron recado a una giganta llamada Hyrrockin, que llegó montada en un lobo y dio al barco tal empujón que el fuego incendió los rodillos y la tierra entera tembló. Entonces cogieron el cuerpo de Bálder y lo colocaron en la pira funeraria sobre el barco. Cuando Nanna, la mujer de Bálder, vio aquello, se consumió de pena su corazón "y murió. Así, fue colocada sobre la pira funeraria junto a su marido y a todo le prendieron fuego. También el caballo de Bálder, con todos sus paramentos y jaeces, fue quemado en la pira».
Muérdago sobre un roble en invierno |
Balder fue adorado en Noruega. En una de las casas del bellísimo fiordo Sognc tenía Balder un gran santuario que se denominaba el Bosque de Bálder. Una empalizada encerraba el terreno consagrado y, dentro de él, un espacioso templo con las imágenes de muchos dioses, aunque ninguno de ellos era adorado con tanta devoción como Bálder.
Tan grande era el respeto que los paganos tenían por aquel lugar que ningún hombre podía hacer daño allí a otra persona, ni robar su ganado. Eran mujeres las que cuidaban las imágenes de los dioses en el templo y las que mantenían el fuego para que no tuviesen frío; los ungían con aceite y los enjugaban y secaban después con telas. La leyenda de Bálder pertenece a la clase de mitos dramatizados en un ritual, o, por decirlo de otro modo, que se han ejecutado como ceremonias mágicas con el objetivo de producir los efectos naturales que ellos describen en lenguaje figurado.
Un mito nunca es tan gráfico y preciso en sus detalles como cuando, por decirlo así, es una guía para ser realizada una ceremonia. La historia nórdica de Balder es un mito de esta Clase. Hay ceremonias que rememoran los incidentes del cuento que han sido ejecutadas por las gentes nórdicas y por otros pueblos europeos. Los dos incidentes principales del cuento son el arrancamiento del muérdago y la muerte e incineración del dios. Ambos han tenido sus contrafiguras o réplicas en ritos anuales observados, separada o conjuntamente, por los pueblos de varias partes de Europa.
Estos ritos son los festivales anuales del fuego y el arrancamiento del muérdago. La historia del trágico fin de Bálder formaba, por decirlo así, el libreto del drama sacro que año tras año se representaba como un rito mágico para que el Sol brillase, los árboles crecieran y las cosechas medrasen, y para preservar a hombres y bestias de las artes maléficas de hadas y duendes, de brujos y brujas.
En una palabra, el cuento pertenecía a la clase de mitos de la naturaleza suplementados por el ritual. Pero si las victimas —los Balder humanos— que morían en el fuego, en primavera o en verano, eran condenados a morir .como encarnaciones de espíritus arbóreos o deidades de la vegetación, tendremos que creer que el propio Bálder debió ser un espíritu arbóreo o deidad de la vegetación. Lo más probable que la víctima representara al principio una clase particular de árbol sagrado. De todos los árboles europeos ninguno con tanto derecho como el roble a reclamar la consideración de árbol sagrado por excelencia entre los arios. Aun si el fuego, como creemos probable, fue originariamente hecho siempre con madera de roble, ¿por qué era necesario arrancar el muérdago? Este último eslabón entre la costumbre de coger el muérdago y encender las hogueras lo proporciona el mito de Balder, que difícilmente puede separarse de estas costumbres. El mito sugiere que pudo creerse que subsistía una conexión vital entre el muérdago y el representante humano del roble que se quemaba en la hoguera. Según el mito, a Balder no podía matarlo nada del cielo ni la Tierra excepto el muérdago; y mientras el muérdago permaneciese en el roble, no sólo era inmortal, sino invulnerable.
Ahora, si suponemos que Balder era el roble, el origen del mito se hace inteligible. Se consideraba al muérdago como asiento de la vida del roble y mientras estuviera indemne, nada podía matar ni aun herir al roble. La concepción del muérdago como asiento vital del roble se sugeriría naturalmente a la gente primitiva por la observación de que el follaje del roble es caduco, mientras que el muérdago que sobre él crece es perenne. En invierno, la visión de su fresco follaje entre las ramas desnudas del roble debió ser saludada por los adoradores del árbol como un signo de que la vida divina, que había cesado de animar las ramas, sobrevivía aún en el muérdago, como el corazón de un durmiente palpita todavía cuando su cuerpo yace inmóvil. Por esto, cuando tenían que matar al dios, cuando tenían que quemar al árbol sagrado, era necesario empezar arrancando el muérdago, pues mientras el muérdago permaneciera intacto el roble sería invulnerable; todas las cuchilladas y hachazos rebotarían en su corteza indemne.
Pero una vez arrancado del roble su sagrado corazón, el muérdago, el árbol le saludaría cayendo. Y cuando en épocas posteriores el espíritu del roble llegó a ser representado por un hombre vivo, era lógico y necesario suponer que, como el árbol que le personificaba, no podía ser muerto ni herido mientras el muérdago permaneciese indemne; arrancar el muérdago era a un tiempo la señal y la causa de su muerte. Según esta concepción, el invulnerable Balder es ni más ni menos que la personificación de un roble tenante de un muérdago.
Esta interpretación se confirma por lo que nos parece haber sido una creencia antigua en Italia, según la cual al muérdago no se lo podía destruir ni por el fuego ni por el agua; por ello se consideraba al parásito indestructible y podía fácilmente suponerse que comunicaba su propia indestructibilidad al árbol sobre el que crecía mientras ambos permaneciesen unidos.
Traduciendo esta misma idea a la forma mítica, podríamos contar cómo el amable dios del roble tenía su vida depositada en el muérdago imperecedero que crecía entre sus ramas; cómo, en consecuencia, mientras el muérdago tuviera allí su asiento, la deidad misma permanecía invulnerable, y cómo al fin, un enemigo astuto, enterado del secreto de la invulnerabilidad del dios, arranca al muérdago del roble y de este modo mata al dios-roble y después quema su cuerpo en una pira, cuyo fuego no habría podido hacerle absolutamente ningún daño si el incombustible parásito hubiera retenido su puesto entre las ramas. Imprimir
Tan grande era el respeto que los paganos tenían por aquel lugar que ningún hombre podía hacer daño allí a otra persona, ni robar su ganado. Eran mujeres las que cuidaban las imágenes de los dioses en el templo y las que mantenían el fuego para que no tuviesen frío; los ungían con aceite y los enjugaban y secaban después con telas. La leyenda de Bálder pertenece a la clase de mitos dramatizados en un ritual, o, por decirlo de otro modo, que se han ejecutado como ceremonias mágicas con el objetivo de producir los efectos naturales que ellos describen en lenguaje figurado.
Un mito nunca es tan gráfico y preciso en sus detalles como cuando, por decirlo así, es una guía para ser realizada una ceremonia. La historia nórdica de Balder es un mito de esta Clase. Hay ceremonias que rememoran los incidentes del cuento que han sido ejecutadas por las gentes nórdicas y por otros pueblos europeos. Los dos incidentes principales del cuento son el arrancamiento del muérdago y la muerte e incineración del dios. Ambos han tenido sus contrafiguras o réplicas en ritos anuales observados, separada o conjuntamente, por los pueblos de varias partes de Europa.
Estos ritos son los festivales anuales del fuego y el arrancamiento del muérdago. La historia del trágico fin de Bálder formaba, por decirlo así, el libreto del drama sacro que año tras año se representaba como un rito mágico para que el Sol brillase, los árboles crecieran y las cosechas medrasen, y para preservar a hombres y bestias de las artes maléficas de hadas y duendes, de brujos y brujas.
En una palabra, el cuento pertenecía a la clase de mitos de la naturaleza suplementados por el ritual. Pero si las victimas —los Balder humanos— que morían en el fuego, en primavera o en verano, eran condenados a morir .como encarnaciones de espíritus arbóreos o deidades de la vegetación, tendremos que creer que el propio Bálder debió ser un espíritu arbóreo o deidad de la vegetación. Lo más probable que la víctima representara al principio una clase particular de árbol sagrado. De todos los árboles europeos ninguno con tanto derecho como el roble a reclamar la consideración de árbol sagrado por excelencia entre los arios. Aun si el fuego, como creemos probable, fue originariamente hecho siempre con madera de roble, ¿por qué era necesario arrancar el muérdago? Este último eslabón entre la costumbre de coger el muérdago y encender las hogueras lo proporciona el mito de Balder, que difícilmente puede separarse de estas costumbres. El mito sugiere que pudo creerse que subsistía una conexión vital entre el muérdago y el representante humano del roble que se quemaba en la hoguera. Según el mito, a Balder no podía matarlo nada del cielo ni la Tierra excepto el muérdago; y mientras el muérdago permaneciese en el roble, no sólo era inmortal, sino invulnerable.
Ahora, si suponemos que Balder era el roble, el origen del mito se hace inteligible. Se consideraba al muérdago como asiento de la vida del roble y mientras estuviera indemne, nada podía matar ni aun herir al roble. La concepción del muérdago como asiento vital del roble se sugeriría naturalmente a la gente primitiva por la observación de que el follaje del roble es caduco, mientras que el muérdago que sobre él crece es perenne. En invierno, la visión de su fresco follaje entre las ramas desnudas del roble debió ser saludada por los adoradores del árbol como un signo de que la vida divina, que había cesado de animar las ramas, sobrevivía aún en el muérdago, como el corazón de un durmiente palpita todavía cuando su cuerpo yace inmóvil. Por esto, cuando tenían que matar al dios, cuando tenían que quemar al árbol sagrado, era necesario empezar arrancando el muérdago, pues mientras el muérdago permaneciera intacto el roble sería invulnerable; todas las cuchilladas y hachazos rebotarían en su corteza indemne.
Pero una vez arrancado del roble su sagrado corazón, el muérdago, el árbol le saludaría cayendo. Y cuando en épocas posteriores el espíritu del roble llegó a ser representado por un hombre vivo, era lógico y necesario suponer que, como el árbol que le personificaba, no podía ser muerto ni herido mientras el muérdago permaneciese indemne; arrancar el muérdago era a un tiempo la señal y la causa de su muerte. Según esta concepción, el invulnerable Balder es ni más ni menos que la personificación de un roble tenante de un muérdago.
Esta interpretación se confirma por lo que nos parece haber sido una creencia antigua en Italia, según la cual al muérdago no se lo podía destruir ni por el fuego ni por el agua; por ello se consideraba al parásito indestructible y podía fácilmente suponerse que comunicaba su propia indestructibilidad al árbol sobre el que crecía mientras ambos permaneciesen unidos.
Traduciendo esta misma idea a la forma mítica, podríamos contar cómo el amable dios del roble tenía su vida depositada en el muérdago imperecedero que crecía entre sus ramas; cómo, en consecuencia, mientras el muérdago tuviera allí su asiento, la deidad misma permanecía invulnerable, y cómo al fin, un enemigo astuto, enterado del secreto de la invulnerabilidad del dios, arranca al muérdago del roble y de este modo mata al dios-roble y después quema su cuerpo en una pira, cuyo fuego no habría podido hacerle absolutamente ningún daño si el incombustible parásito hubiera retenido su puesto entre las ramas. Imprimir
Es interesante la relación entre Loki y Balder, y cómo uno de ellos será el artífice de la muerte del otro. Bálder es el más noble y hermoso de los dioses, y Loki es el más malvado y traicionero pero también un ser de gran hermosura, lo que no coincide con la iconografía greco-romana según la cual malo es igual a feo (véase la interpretación que Jack Kirby y subsiguientes artistas hicieron del personaje en el comic "Thor" publicado por Marvel).
ResponderEliminarY es interesante además observar la teoría que apunta Brian Branston en su muy recomendable "Gods of the North" según la cual en origen ambos dioses son una representación divinizada del fuego (del mismo modo que Thor representa la tormenta) con la diferencia de que Bálder representa el fuego benigno que sirve para calentarse, alumbrarse y cocinar alimentos mientras que Loki sería el fuego destructor que hiere la carne y destruye bosques y viviendas. Dos caras diferentes de un mismo fenómeno pero ambas, de alguna manera, hermosas.
Creo que la mitología nórdica merece más atención. Es muy llamativo lo inexorable de su destino. Quizá el miedo a este destino es lo que hace a esta mitología menos amable que la griega, mucho más valorada.
ResponderEliminarBuen comentario Benito, gracias.
Totakmente de acuerdo. Y recuérdese también que el gran Borges era un apasionado y experto en mitología escandinava.
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